verdad es que el Rebeco se mueve por las peñas como nosotros por cualquier calle de ciudad, es decir, el nombre le viene que ni pintado.
En la península tenemos dos poblaciones de Rebecos separadas entre si, ambas se corresponden a la especie Rupicapra pyrenaica. El Rebeco cantábrico que habita en toda la cordillera Cantábrica hasta Los Ancares y el Rebeco pirenaico que habita en el Pirineo y es ligeramente mayor que el Rebeco cantábrico.
Posiblemente sean los más ágiles de los herbívoros, ya que solamente la Cabra montesa puede igualarles en lo que se refiere a escalada. Cuando se ve a estos animales moverse en paredes casi verticales subiendo y bajando por ellas sin problemas es difícil de entender la potencia que imprimen a sus saltos y que puedan mantener el equilibrio en lugares aparentemente imposibles.
Nos encontramos en la vertiente
leonesa de la Cordillera Cantábrica y esta entrada va dedicada lógicamente al Rebeco
Cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva)
que es la más pequeña de todas las subespecies de Rebecos. Se trata de unos
animales preciosos muy sociables entre ellos que viven en cabradas numerosas y que afortunadamente para ellos son muy desconfiados.
Las cabradas están normalmente
formadas por hembras con crías y machos jóvenes por un lado y machos adultos
por otro, aunque contra más viejos son estos, los grupos son más pequeños y los
machos mayores suelen andar solos o con uno o dos acompañantes. En el periodo
de celo lógicamente se mezclan todos.
No es tarea fácil recechar a un rebeco, ya que dejando al margen casualidades o en sitios donde estén muy acostumbrados a ver
gente como en Picos de Europa, entrarle o sorprenderle a menos de 100 m. es muy
difícil, así que casi todas las fotos están hechas bastante por encima de esa
distancia para interferir lo menos posible en su comportamiento, y poderles
observar sin que se asusten y se marchen.
Normalmente encontraremos a los
rebecos por encima de los 1.200 m. donde la vegetación ya empieza a ser escasa,
por lo que la observación puede hacerse a bastante distancia, además si no
sobrepasamos su límite de acercamiento, aunque nos hayan visto ellos seguirán
con sus actividades normales, eso si, sin perdernos de vista ya que en cuanto
sobrepasamos su límite de seguridad emprenderán la marcha y nosotros si que les
perderemos de vista rápidamente.
Rebeco macho
Rebeco hembra (el de la parte inferior de la fotografía)
El tamaño también es similar en ambos sexos, aunque el macho es un poco mayor, pero es difícil distinguir los sexos por esa pequeña diferencia cuando están todos juntos, así que cuando ves la cabrada si quieres distinguirlos es cuestión de tirar de prismáticos, y empezar a buscar pequeños detalles morfológicos o de comportamiento como los que nos muestran las fotografías superiores en que vemos la forma diferente de orinar del macho y de la hembra.
Como la diferencia de tamaño normalmente no nos ayudará mucho a la hora de diferenciarles, buscaremos detalles primero en los cuernos, ya que los de la hembra son más finos que los del macho y terminan con una curva muy abierta, mientras que los del macho presentan forma de gancho con la curva bastante cerrada. El color del pelaje suele ser más fuerte en el macho, y por último el “pincel peniano” de los machos adultos es bastante visible cuando están cruzados.
Macho adulto con el pelaje de invierno
Joven macho con el pelaje de verano
El pelaje de verano es totalmente diferente al de invierno, ya que en verano su pelaje es corto y ralo y de un color marrón claro casi uniforme salvo por los pequeños anteojos de la cara que le dan un aspecto cuanto menos raro, pero en invierno la cosa cambia, el pelaje crece y se oscurece, los colores de partes de la cara que apenas se adivinaban en verano se vuelven oscuros, casi negros, y dibujan formas como de antifaz, el cuerpo combina tonos más oscuros en algunas zonas del pelaje, este conjunto de cambios les hacen incluso parecer una especie diferente.
La primera cabrada al principio
estaba formada por unos 40 ejemplares, pero luego se fueron separando en grupos
más pequeños.
La otra cabrada era algo más pequeña estaba formada por unos 25 ó 30 ejemplares, y al igual que la anterior también se dividió en grupos más pequeños a finales del verano.
En estos seguimientos hemos visto como las hembras protegían a sus crías llamándoles continuamente para que no se separasen de ellas, y al mismo tiempo obligarles a mantener una distancia prudencial de un potencial peligro como éramos nosotros.
Cuando los Rebecos están tranquilos se dedican a pastar, se acuestan o juegan persiguiéndose, eso si dejando siempre un vigía que controle, y que dará la alarma para ponerse en marcha y alejarse en cuanto consideren que hay un peligro.
El año está ya a punto de terminar, y la última vez que subimos a verles hace unos días lo hicimos con la nieve por encima de la rodilla, lo que para nosotros era bastante dificultoso, mientras que ellos se movían sin problema apenas sin hundirse en la nieve gracias a sus pezuñas especiales que cuentan con una pequeña membrana interdigital. En estas últimas semanas han ido bajando de las cumbres a zonas más próximas al bosque, por lo que localizarles ya se hace más difícil, y aunque seguiremos intentando verles, hasta que no se empiece a marchar la nieve y eso será bien entrada la primavera, no podremos volver a encontrarles con la facilidad que lo hemos hecho hasta ahora.
Hasta la próxima.
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